En la medida en que podemos leer el registro de la experiencia humana parece que lo que casi todo el mundo cree no es necesariamente cierto. Por ello, esas creencias, ciertas o falsas, son «verdades» que los líderes y los gobernantes deben tener en cuenta. Cualesquiera que sean las verdades finales, hasta que cierto número de personas críticas las acepten, son políticamente irrelevantes, aunque quizá importantes en otros sentidos. Ese número crítico depende del carácter de una cultura, y especialmente de su estructura y de su reparto del poder social.
En las grandes y complejas sociedades cambiantes del mundo moderno es difícil prever, de los valores y actitudes en competencia, cuál se convierte en dominante. Las fuerzas de la circunstancia en el mundo natural podrían ser los factores decisivos para cambiar las expectativas y los comportamientos de la gente. Sin embargo, las predicciones de cambiar los paradig- mas son arriesgadas porque los seres humanos, susceptibles de cometer errores, a menudo han mal interpretado el curso de los acontecimientos. Que tener razón prematuramente es estar equivocado resulta ser una verdad absoluta de la política. Pero también es verdad que aferrarse demasia- do tiempo a una valoración de los acontecimientos errónea puede ser fatal no sólo para los líderes políticos, sino para toda la sociedad.
En la actualidad existen muchas cosas de la naturaleza que
podemos perder.
Porqué perdernos la satisfacción de ver y sentir esos dones de
la naturaleza como lo son, por ejemplo, las Catarátas del
Niágara.
Estructura de las prioridades.
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